Pensamiento grecorromano

Cuando ciertas personas deciden que el Espíritu Santo es un fuerza y que no es divino, lo hacen bajo ciertas conclusiones extraídas de algunos pasajes de la Biblia. Escogen aquellos que describen de forma simbólica al Espíritu, y los interpretan como una definición de su naturaleza misma. Los pasajes en donde la luz, el agua, o el fuego se usan cómo símbolos, simplemente describen aspectos de cómo obra el Espíritu. De Jehová se dice que es “fuego consumidor” (Deut 4:24; 9:3), pero no por eso le atribuimos esa descripción como su esencia. Lo mismo nos debe guiar cuando buscamos entender la naturaleza divina del Espíritu Santo.

Quienes deseen buscar en la Biblia algún fundamento para “probar” que el Espíritu Santo no es divino, siempre lo hallarán, pues leerán solo lo que les conviene, y lo que puede ser interpretado por ellos en esa dirección. Esta forma de pensar, presupone que no se pueden conciliar todos los versículos sobre un tema, por lo cual se debe escoger una alternativa, dentro de las que se nos presentan.

Este fenómeno se da también con la naturaleza de Jesús. Por un lado, están quienes recopilan pasajes que destacan su humanidad. Otros leen aquellos que realzan su divinidad. Sin embargo, esta forma de pensar (es A o B, no los dos), es puramente griega. Fue esta forma de pensar la que echó a perder la comprensión de las Escrituras en la iglesia cristiana. Se apartaron de la forma integrada de interpretar los pasajes, propio de la mentalidad hebrea y de la revelación bíblica.

De esta manera, quienes hoy acusan que el Espíritu Santo (o que Jesús) no es divino, lo hacen porque asumen que “es lo uno o lo otro”, pero que no se pueden hacer compatibles posturas que aparentemente son antagónicas.

Quienes hablan en contra de la trinidad, aluden a que este fue un invento de la iglesia católica, debido a su influencia pagana, de la mentalidad grecorromana. Sin embargo, ellos usan la forma de pensar grecorromana, para desechar una noción que es contradictoria con su forma de entender la Biblia.

La idea detrás de la palabra “trinidad”, es bíblica, y solo puede ser entendida correctamente si se desecha el pensamiento grecorromano que nos induce a ver contradicciones en todo, a elegir entre A o B, y no comprender que ese no es el contexto en el cual Dios se reveló.